domingo, 15 de noviembre de 2009

Un cuento en dos palabras

(El otro ejercicio de escritura a lo loco era hacerlo dándole juego a dos sustantivos concretos que nada tenían que ver uno con otro. En este caso, la elección había sido 'hiena' y 'acera', y ésta fue la historia que resultó).

La hiena del 1ºB se me reía en la oreja mientras el administrador trataba de poner orden en la jaula de grillos que acababa de abrir proponiendo la instalación del ascensor en el edificio. Le susurraba a su marido (pobre gacelilla), sin tratar de que yo no la escuchase, “estos se van a joder”. Estos éramos nosotros, Andrés y yo, sobre todo yo, que era la que, según la hiena, me empeñaba en mojarle los cristales de las ventanas del salón justo cuando ella los acababa de limpiar. Dos pisos nos separaban, pero era precisamente yo, y no el vecino del 2º, “hombre, por Dios, como que este señor no tiene mejores cosas que hacer”, la que le hacía relimpiar los cristales una y otra vez.

Salimos de allí sin consenso para instalar el ascensor, por supuesto, y yo, además, con la risa de la hiena metida en mi cerebro. Afortunadamente, al salir a la calle una bicicleta que pasaba por la acera la atropelló y se calló, la risa, quiero decir; bueno, realmente también se cayó al suelo. Pobre mujer; se rompió una pierna. Es una pena que no tengamos ascensor para poder subir y bajar con las muletas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario