domingo, 15 de noviembre de 2009

Columpiarse de nuevo

(Pequeño relato, ejercicio del taller "El imaginario entre columpios" del Festival Eñe)

Surgió como todas las cosas, por casualidad. La mujer sentada a mi izquierda no paraba de hablar ante un atento auditorio con el tono pausado de la experiencia. Me sorprendía ser yo la protagonista de sus palabras, estar siendo presentada con un discurso que, estaba segura, sería más extenso que las breves páginas que yo había preparado.
No tengo vocación de conferenciante y, según parece, todos los maestros de ceremonias que me han tocado en suerte están mucho más inclinados a ello que yo. Y mientras la mujer hablaba y hablaba sin parar de su gran personaje, a esas alturas era obvio que cualquier parecido con la realidad (yo misma) sería pura coincidencia, no conseguía desprenderme, por más que lo intentaba, de una sensación ¿fugaz?.
Soplaba una agradable brisa en la calle al llegar. El aire fresco se coló entre mis piernas y, durante unas décimas de segundo, me sentí trasladada a un pasado remoto en el que mi padre empujaba un columpio que me hacía volar hasta el cielo, y yo sentía el vértigo materializado en la agradable corriente que me levantaba el vuelo del vestido. Sonreí pensando que, con la misma despreocupación de entonces, tampoco hoy había tenido temor alguno cuando el aire amenazó con subir una falda que, como todas las faldas que visten las señoras de mi edad, bien podría perdurar como fósil geológico sin necesidad de petrificación alguna, pero que desde luego no iba a subir grácilmente impulsada por una leve brisilla otoñal ¡Qué vieja y qué niña me sentí al mismo tiempo!
La voz de mi lado había continuado acaparando atención y minutos de charla sin suscitarme la menor inquietud. De hecho, lo que realmente me apetecía era salir afuera y notar el aire en mi olvidada piel. Así que cuando, sin anticiparlo, desconectada de la realidad, oí los aplausos, me hicieron falta unos segundos eternos para ubicarme en el entorno y comprender la razón por la que estaba, de nuevo, allí. Miré al frente y vi el título, enorme, de mi charla proyectado sobre una pantalla gigante: "Una aproximación alternativa a los desórdenes conductuales en la adolescencia".
La palabra "alternativa" se adelantó sobre las demás y con la mente vacía me aferré a ella con desesperación de náufrago. De pie, ante ellos, arrojé al suelo los papeles elegantemente encuadernados. Los asistentes miraron la copia que tenían entre las manos, confusos.
"Alternativo es esto", les dije sacudiéndome las manos. "Olvídense de lo establecido, intenten prescindir de su edad y su formación, esa dilatada experiencia que tanto nos aleja de la frescura palpable de la adolescencia, comencemos por el principio. Vamos, hoy, a hablar de columpios".
Y, sin darme cuenta, disfruté por primera vez como conferenciante.

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