miércoles, 13 de junio de 2012

Respuesta a María (desde el lado luminoso del color negro)

No es oscura la primavera, sino el horizonte. No hay crisis en nuestras vidas, sino en las costillas que se clavan directamente, porque falta el músculo intermedio, sobre la piel bronceada de una niña de Sahel, que dice un artículo cualquiera de un periódico cualquiera que ha revivido tres veces cuando, me parece, son esas las ocasiones en que ha agonizado.

El lector tranquilo pasa la página, vacunado contra el horror, y finge un vahído emocional capaz de conmover a quien le acompaña. ¡La prima de riesgo ha subido otra vez! ¡Por Dios, a ver si no vamos a poder ir de crucero este verano!

Ha estallado la burbuja irreal del todo es posible, del qué bello es vivir, del qué mal se lo montan mis padres que parece que no saben disfrutar de la vida. Se ha demostrado que las regiones pobres lo son hasta cuando se fingen ricas, que los políticos no tienen otra vocación que la del poder, que el poder siempre lleva de la mano la opresión y el maltrato, que ganarse la vida no es, al fin, una metáfora.

Se han empeñado en meternos en las tripas los datos macroeconómicos. Primero fue una pequeña vacuna, vía intravenosa, fortaleciendo esa venilla egoísta que todos tenemos, hasta convertirla en eje central de la circulación vital que nos mueve. Si caen los bancos usted perderá el estado de bienestar. ¿Y cómo vivir sin lo que hace que vivir merezca la pena? Es más fácil asumir que millones de desconocidos lejanos mueran de hambre. Habrá que rendir culto a nuestro dios financiero, aunque sean sacrificios humanos lo que reclame.

No desesperes, atribuyendo oscuridad a la primavera. Es el horizonte el que se tiñe de negro amenazando tormenta. Pero tú no eres un ser unidireccional y determinado. Eres libre, te rebelas y gritas. Y al gritar, despiertas. Y te percatas de que la oscuridad sólo puede ser intensa por contraste con la luz, una luz deslumbrante que brilla detrás, donde hemos perdido la costumbre de mirar.

Es el momento de detener la carrera, dejar de correr hacia esa línea oscura que se nos traza delante, desobedecer la orden de los que nos señalan el camino impuesto, y mirar atrás, al punto de partida olvidado, donde el sol brilla y la primavera pinta de colores el campo, sabiéndose auténtica y real, indiferente a los datos macroeconómicos, porque sabe que no existen, que es una simple fantasía inventada por hombres de negro que quieren teñir el paisaje de su no-color. Es hora de volver a los orígenes, de oler la tierra mojada, de sentir la brisa en los hombros, de aspirar el aire fresco y de redefinir fronteras, sobre todo las personales, limitándolas hasta el punto exacto donde alcanza un abrazo.

martes, 12 de junio de 2012

Desde el lado oscuro de los tonos pastel


Necesito contar en negro. Uno dos tres cuatro. Contar en oscuro maldito, viscoso. No tener aire.
Necesito un sitio donde ser mala. Un rincón tétrico, como el horizonte, que tal y como están las cosas, no tengo el  cuerpo para tonos pastel, ni para andar con tacones.
Necesito un sitio feo, húmedo y lleno de arañas que se dejen pisar sin miedo ni piedad. Ser mala de película. Recordar, Valentina, que las flores que brotan esta primavera no son azules. Sino que son flores del mal.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Los encuentros

La vida es una sucesión de encuentros casuales y determinantes. Nos empeñamos en fingir que controlamos la situación. “Yo soy dueño de mi destino”. Y entretanto, el “destino” o lo que sea, se ríe a carcajadas, hipando, doblado en dos, pataleando y zarandeándonos con las convulsiones de la risa.

Llevaba una época silenciosa, en cierta medida porque mi naturaleza frente al papel difiere mucho de la feminidad en ebullición de María. Y un blog no debe convertirse en una oposición desgarradora y fatigante de estilos. Además, el ritmo vital que nos acerca y aleja del papel, me tiene últimamente distraida con otros proyectos, entre ellos, algún examen universitario.

María, en algunos momentos, no cree en la magia. Está convencida del determinismo biológico, del engranaje de reacciones físico-químicas que nos hacen sentir lo que somos y lo que creemos ser. Yo, sin embargo, no estoy segura de casi nada. Pero, creo en los encuentros, que tienen la simpática costumbre de llevarme la contraria, y me gusta.

Hace unos años, en Santander, Bloody Anthony se cruzó casualmente conmigo, y me enseñó cómo un lápiz, más afilado siempre que cualquier puñal, podía clavarse en el lugar exacto de la arteria que distribuye el fluido vital de la inspiración. Sería fácil atribuir su maestría a la experiencia acumulada entre jeringuillas, bisturíes, medicinas y frascos de alcohol. Pero cuando la precisión se utiliza para describir el universo desdibujado de las sensaciones humanas, es difícil mantener cualquier postura analítica. La literatura suele ganar por KO a la mente científica racional, y los encuentros hablan de coincidencias mágicas que trascienden lo que somos.

El miércoles me examinaba en un centro cualquiera de la UNED de una asignatura cualquiera de Filología. Cansada, convaleciente aún de una intoxicación alimentaria, deseosa de terminar y abandonarme a la inactividad. Por ¿casualidad?, meses después del último intercambio, María y yo coincidimos en ese examen, de esa asignatura, de esa carrera que ninguna de las dos sospechaba que la otra estaba estudiando. Y la rutina planificada y prevista, esa que da forma a las horas del destino propio que cada uno controla, dio paso a unas cuantas cervezas de conversación inacabable. La misma que empezó un día, también por ¿casualidad?, a través de un correo electrónico que decía “No te conozco, pero sigue escribiendo”.

lunes, 20 de febrero de 2012

Primavera invernal

El viento me corta la cara, Valentina. Llevo todo el fin de semana con la nariz helada, casi moqueando de la pena, pero sin llegar a hacerlo; con esa tristeza dulce que te empapa el corazón. Y que es buena, me repito, para despertar otra vez de las malditas tonterías.
Gracias por traerme esta primavera adelantada, aunque sea helada y con las esquinas roídas por los ratones que reaparecen siempre, en cualquier circunstancia, en cualquier época, en cualquier estación.
Estoy helada, así que aprovecharé este sol de febrero para calentarme un poco. Si quieres sentarte a mi lado, estaré encantada, pero permíteme que no hable, tengo ganas del silencio lento, porque no hay prisa, porque no hay nada nuevo que decir. No hay nada nuevo bajo este sol, tampoco.

domingo, 22 de enero de 2012

Frío en los huesos

Cuando tengo frío, hago movimientos espasmódicos. Una culebrilla me recorre la espina dorsal y me descarga su azogue. No una serpiente ni una boa constrictor. No. Sino una culebrilla de río que se retuerce convulsa como el rabo de una lagartija.
Las lagartijas me dan un miedo atroz. Se te meten en la boca mientras duermes, y de ahí descienden, arrastrándose por tu laringe tubular hasta el estómago. Entonces campan a sus anchas, y se montan un Marina d’Or verde y gélido que van construyendo con los trozos de tortilla de espinacas que tú te vas comiendo. Y a ver quién las echa luego de su apartamento en primera línea de tu píloro.
Se necesitan muchos purgantes y mucho más frío del que yo puedo soportar para conseguir convencer a las lagartijas de que emigren a otros cuerpos más cálidos y maravillosos.
Por eso, cuando tengo frío antes de dormir, hago movimientos espasmódicos y cierro la boca apretando los labios con todas mis fuerzas.