domingo, 15 de noviembre de 2009

SOBREMESA

(Cuando nos preguntaron, en el Festival Eñe, ni siquiera tuve que pensar en una situación agradable que prolongaría indefinidamente: una sobremesa y un buen conversador. Poquísimos minutos y la orden de centrarnos en el escenario).

No sabría decirte si siempre ponen o no esta música de fondo porque es la primera vez que la oigo. Pero supongo que sí; no es un sitio donde tengan por costumbre innovar, más bien todo lo contrario. Su éxito radica en la fidelidad de la clientela. La comida es excelente, los manteles de lino recio, blanco roto, ayudan a sentirse bien tratado. La vajilla elegante, sin perder la sobriedad necesaria para no restar protagonismo al contenido. Las copas finas, lisas, transparentes, como esa música que seguramente nunca deja de sonar, consiguen que el rojo intenso del vino esté ahí en medio, levitando entre los dos, apoyando y presidiendo una conversación que parece no acabar nunca. De vez en cuando, él insiste en la contundencia de su argumento empuñando su cuchillo y señalándome con la punta. No es un cuchillo amenazador, es un instrumento de charla, ese aluvión de palabras que aliña la comida, mezclando sabores y risas.
Tardamos muchos meses en recordar la cara de unos camareros discretos, cómplices de nuestra sobremesa, capaces de adelantarse a la necesidad, que llegan y se van sin que nos percatemos de su presencia, una presencia escurridiza, como la de la música, cuyo único objetivo es le mantenimiento de la continuidad perfecta que hablando creamos. Las botellas de vino nunca están vacías, no falta pan, ni agua, aceite o pimienta, un cubierto que se cae y es repuesto o el segundo plato.
No, no me había fijado en la música hasta ahora, contigo, y no me hubiera fijado si, para seguir hablando, hubiera estado él.

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(Las críticas a este texto fueron confusas y contrapuestas. A alguno le gustó la imagen de las copas de vino, el entorno descrito, aunque había acuerdo en que sobre un escenario supuestamente muy agradable flotaba cierta frialdad. Esa crítica fue justamente lo que transformó estos párrafos en perfectos para mí, porque la intención desde el principio fue mostrar que el elemento más importante de esas sobremesas es la conversación, es decir, el interlocutor, que en el texto es "él", no ese "tú" a quien habla el narrador y que, fracaso de la conversación, da protagonismo a la música de fondo).

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