lunes, 16 de agosto de 2010

Destiempo de cambio

Cuando vuelvo de vacaciones me quiero cambiar. Me quiero cambiar de todo, de casa, de trabajo, de ciudad, de nombre, de aficiones, incluso de contraseña del ordenador o de compañía telefónica (que como sabemos se trata de tarea imposible). Me quiero cambiar de mi misma mismidad, darme la vuelta, ponerme del revés; hacer cajas de melancolía con etiquetas y meterlas en algún contenedor donde la recojan para dársela a otra niña que la necesite más que yo. Me quiero cambiar de esencia (y no sólo de perfume), ser escritora de las que hacen reír (no de las que dan risa); pero también quiero hacer sombreros o ser diseñadora de interiores (de casas, no de almas, que la autocompasión también iría a las cajas junto a la melancolía, con otra etiqueta).
Qué vulgaridad de síndrome post-vacacional.

5 comentarios:

  1. El síndrome post-vacacional deja de ser vulgar cuando se viste con tus palabras. Tendremos que reinventarnos otra vez...

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  2. Me encanta. ¿Quién no ha sentido lo que María expresa tan bonito?

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  3. Comentario con retraso para María (ahora que ha salido de la observación pasiva):

    Para cambiar, lo mejor es dirigirse a un establecimientos de esos con carteles que pone "cambio, exchange, wechsel, valuta" (o algo parecido). Pero ten cuidado, no vaya a ser que te hagan caso y acabes haciendo sombreros, que es la mejor forma de llenar el tiempo con "externidades" cuando nos da miedo entrar a las interioridades. Es curiosa tu afición, adornar cabezas por fuera y casas por dentro. Dan ganas de presentarse a ti con la cabeza rapada y las llaves de un piso vacio y decirte "cuando quieras... a tu aire".
    Espero que perdones la broma.
    Acabó el síndrome postvacacional, el otoño, el invierno -casi- y ya está el sol juguetón ¿calientas de nuevo la pluma?.
    AQUILES

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  4. no te perdono, sino que agradezco la sonrisa que se me sale por las comisuras de los labios. me encantaría llenarte la cabeza de flores de verdad y plumas de gorrión pintadas de colores. también colgarte en las paredes un cuadro desdibujado con una foto movida de alguien a quien quieres y a quien no se reconoce, o colocarte en el salón una butaca antigua de tu abuela ('descalzadora'; después de muchos años volví a escuchar esta palabra en boca de una jovencita y me encantó) forrada de vinilos que no compaginan.
    recientemente he descubierto que las manos le quitan hierro a la cabeza, y con una tan pesadametne férrea como la mía, no es descubrimiento baladí. pero sin hacer mucho ruido con el teclado, para que las manos no se enteraran, la cabeza no ha dejado de trabajar; y ahora, que llega la primavera, tal vez vaya siendo tiempo de sacar los trapos a secar en esta ventana.

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  5. Siete meses más tarde. Tarde como casi todo en mi vida y en mi ritmo.
    Aun así de tarde: me encanta.

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