domingo, 5 de abril de 2009

Armani de baratillo

Tengo un Armani y no sé cómo deshacerme de él. Lo compré un domingo en el Rastro. Pasé por delante de un puesto de ropa que me hipnotizó. Nada que ver con los puestos a los que estás acostumbrada. Construido con líneas rectas y planos blancos, pulcro, ordenado. Un encandile. A esto añádele un vendedor está-hecho-para-ti, un precio razonable y unas ganas desmesuradas de permitirme algo así. Me dirás que hice bien si eso era lo que quería. Pero no estoy hablando de querer, esa pregunta me la espanté de un manotazo de la cabeza en cuanto apareció. No quería tener un Armani, es que podía tener un Armani.
Me fui a casa encantada con mi adquisición. No podía parar de contemplarme delante del espejo dentro de mi nuevo traje. No podía parar de escuchar los elogios de los que me veían pasearme con él puesto. No podía dejar de sentirme afortunada, cómoda, confortable. Hasta que un día, más pronto que tarde, el Armani empezó a hacerme rozadoras en la piel. El presunto hilo de algodón egipcio de las costuras parecía haberse convertido en poliéster. Al principio me hice la desentendida, miré hacia otro lado, pero la evidencia se manifestó en el largo de las mangas y el bajo de los pantalones. El Armani encogía. Progresivamente fue aprisionándome dentro suyo: la sisa, el cuello, el pecho. Eso fue lo peor. Tener de dejar de respirar. Aprendí que podía hacerlo a pequeños sorbos y así he conseguido sobrevivir. Puro placebo.
Llevo un año buscando la manera de cambiar esta jaula de lujo. Tengo ojeado otro traje sin marca, menos glamouroso, en absoluto elegante, que estoy segura de que me vendría bien. Me lo probaría si pudiera quitarme éste asfixiante sin temor a romperlo. No puedo permitírmelo, debo cambiarlo para poder comprarme ese otro más modesto. Así que, cada domingo, me recorro el Rastro en busca del vendedor del puesto blanco y recto para exigirle una devolución, pero ha desaparecido como si nunca hubiera existido. Así cada domingo: busco, espero, perezco. Vuelvo a casa cabizbaja donde alguien me acaricia las lágrimas y me dice, cada domingo, que respire fuerte de una vez, que estalle los botones del dichoso Armani y que nos vayamos juntos a comprar un traje nuevo. Pero es que yo no me atrevo, Valentina. A ver si el próximo domingo me convence.

10 comentarios:

  1. Te iba a advertir de que ahí, sí, sí, justo ahí, en el pecho, donde más fuerte late el corazón, se te ha caído un botón... Pero ya veo que no es preocupante.

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  2. Hoy, que tanta gente lleva estos Armani, lo más preocupante es que no entienden que hay que cambiarlo. Se empeñan en modificar su figura para no sentir la opresión.
    Cada uno que tome su decisión.

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  3. Los cambios siempre son buenos, pero a veces cuesta mucho tomar las decisiones. Seguro que las costuras están dadas de sí, y si te desperezas fuerte ceden. Prueba.

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  4. Mi origen está en los valle del Nilo. Manos de mujer morena colectaron el algodón que después sería hilo y después tejido. Otras manos igual de hábiles pero más ricas cortaron las piezas que me componen. Pasé varias inspecciones de artistas y mercaderes antes de que me adosaran una etiqueta con el nombre de Armani y me expusieran a los ojos de coquetas mujeres que me deseaban (y algunos otros ojos de casi mujeres). Por fin, una mañana soleada en la que resplandecía, me fijé en una hermosa María y decidí que sería suyo y ella mia (aunque ellas siempre creen que son ellas las que eligen -dejémosles en su engaño, ¡cuesta tan poco!-). El contacto con su piel era tan agradable como había imaginado. Buscando cada vez más su tibieza, me fui adhiriendo a su cuerpo poco a poco, pretendiendo una simbiosis imposible, un destino común y eterno para el que ellas no están preparadas. Ahora, unas semanas después, se me está quedando grande y noto que su cuerpo ya no goza y pide tierra. Volveremos juntos a ella, a iniciar un nuevo ciclo de reencarnaciones. Espero que no desabroche mis botones o partiré sin ella y quedará sola y a merced de esos malditos tejidos chinos.
    Aquiles

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  5. Ese traje menos glamuroso, que María ha visto sin fijarse demasiado, tiene estampada una margarita, entera, sin deshojar todavía.
    Por eso, aunque era realmente el que le gustaba, no lo eligió María. Le da miedo descubrir lo que diga ése último pétalo al caer, sí o no, que desazón.
    Afortunadamente, el vendedor de Armani ya desapareció y su traje se está cayendo a trozos, sin remedio, confortable pero nada más. El de la margarita, que se muere por rozar su piel, sigue ahí, paciente, callado, más seguro aún que la propia María de que será finalmente el elegido, de que la hará feliz, aunque deshoje algún no, porque por fin, alguna vez, deshojará un sí y sonreirá feliz.
    Seguramente Valentina ha conseguido que María se fije de verdad en ese vestido, en esa flor, quizá María ya esté deshojando un primer si, porque la he visto sonreír.
    Cuando llegue algún no, secaré sus lágrimas y la obligaré a seguir.

    María, vida.
    Valentina, un beso, qué decir...

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  6. tengo que decirte, aquiles, que por un momento casi he sentido compasión de ese traje que has descrito, casi. ves? eso es lo que pasa; tengo que estar más atenta.

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  7. Je je, María. Eso de la lástima es porque no has leído con detenimiento eso de que el cuerpo "pide tierra... Volveremos a ella...". Más le vale a la "elegida" ir desabrochándose los botones...
    AQUILES

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  8. Bastante "almudenagrandesco", si se me permite la expresión. Enhorabuena por el blog, entre costumbrista y soñador, por lo que voy viendo. Femenino en su sentido más sobrio del término (con perdón). Un saludo.
    Alphaville

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  9. Bienvenido Alphaville. Se permite la expresión, y también la crítica ¡cómo no! Tienes razón: por ahora costumbrista y soñador, aunque te confesaré que tenemos la esperanza de que se nos vaya de las manos... cuestión de tiempo, y de lectores como tú.

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  10. me encanta el término costumbrista. me evoca estar en el campo, tumbada al sol, comer un bocadillo de tortilla de patatas mientras veo pasar las horas sin intención de atraparlas. es cercano, fácil. es vida. qué bien que quieras compartir este bocadillo con nosotras, alphaville!

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