sábado, 13 de junio de 2009

Deshacer nudos

Deshago nudos con la tecla. Seres indeseables se me alojan en la garganta en forma de nudo, me quiebran la voz y me humedecen los ojos. Todo se vuelve borroso por su culpa. Todo lo enturbian y hasta los más dulces momentos se vuelven amargos, y los más amargos, más aún.
Son nudos difíciles de deshacer no sólo por su naturaleza complicada, anudados por expertas manos despreciables, sino porque, cuando estás a punto de conseguirlo, llega el maldito marinero a apretarlo y tienes que volver a empezar.
Da miedo encontrarse por los puertos con uno de estos bucaneros, Valentina. Sí, miedo; ni rabia ni pena ni desasosiego, realmente lo que da es miedo, no te voy a engañar. Da miedo porque, aunque proclame lo contrario, en el fondo duele e incomoda, incomodan muchísimo los miserables nudos. El nudo empezándose otra vez, apretándose más, tú sabiendo que en unas horas no podrás apenas respirar y que te llevará un tiempo precioso casi-romperlo, tiempo que deberías dedicar a vivir, a reír o a llorar, pero a vivir. Por eso tengo que darle a la tecla o a la pluma, depende del medio que tenga más a mano; para liberarme, sabiendo de antemano que de esto no saldrá nada bueno. Ya lo ves.
A algunas personas se les pone el nudo en el estómago, a otras en la espalda, conozco a algunas que incluso en las piernas, pero a mi se me ata a la garganta. Me la inunda de lágrimas y de palabras no pensadas a tiempo con ganas de ser vomitadas. ‘No, señor, es que yo a usted no le conozco’.
Sé que tengo el poder de sujetar las manos a estos seres antes de que empiecen a anudarme la garganta, pero aún no he aprendido a utilizarlo. He pensado en convertirlos en lo que son, odiables personajes en cuentos de terror, pero es que me dan tanto miedo, Valentina, que me atragantaría sólo de intentar escribirlos.

3 comentarios:

  1. Ellos lo saben. Saben que son importantes, reales, por los efectos que tienen en tus cuerdas vocales paralizadas, por el pozo de tu mirada cohibida, por el ademán de huida que parece orientar tu comportamiento. Así son los cobardes, disfrutando generando cobardías, su única forma de seguir en su posición de seres temibles. El más vil de la película "Casablanca" pregunta a Bogart ¿me desprecias?. Éste responde que "... te despreciaría si pensara en ti". Ignorar al ruin es haberlo eliminado en gran parte, al menos en lo que a nosotros nos atañe.
    Hace unos años leí la historia de dos mujeres que se propusieron viajar solas a la Antártida. Por su sexo (permíteme que no utilice lo de "género" porque sigo sin compartirlo), tuvieron enormes dificultades para encontrar financiación, y mucho menos sin condiciones que las convirtieran en "dependientes de". Tardaron mucho tiempo en organizarlo pero al final lograron su objetivo. Terminado el durísimo y peligroso viaje, ambas habían cambiado. Cuando le preguntaban a una de ellas que si volvería a su trabajo (una oficina con Jefe -así, con mayúsculas, con todo lo que eso conlleva-) dijo que nunca volvería, que ahora ya no había nada que se le antojara imposible. Dragones, nudos, traiciones,... La cobardía cómoda en la que nos han educado nos quiere como marionetas, pero no para las risas infantiles sino como bufones de su corte corrupta y gris. Ríete del temblor de tu voz la primera vez que hayas aprendido a decir NO. Ellos comenzarán a asumir ese temblorcillo como propio y sabrán que su futuro por ese camino está llegando al final. ¿Recuerdas a Loquillo?: "A por ellos, que son pocos y cobardes.
    AQUILES

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  2. Ellos lo saben. Saben que son importantes, reales, por los efectos que tienen en tus cuerdas vocales paralizadas, por el pozo de tu mirada cohibida, por el ademán de huida que parece orientar tu comportamiento. Así son los cobardes, disfrutando generando cobardías, su única forma de seguir en su posición de seres temibles. El más vil de la película "Casablanca" pregunta a Bogart ¿me desprecias?. Éste responde que "... te despreciaría si pensara en ti". Ignorar al ruin es haberlo eliminado en gran parte, al menos en lo que a nosotros nos atañe.
    Hace unos años leí la historia de dos mujeres que se propusieron viajar solas a la Antártida. Por su sexo (permíteme que no utilice lo de "género" porque sigo sin compartirlo), tuvieron enormes dificultades para encontrar financiación, y mucho menos sin condiciones que las convirtieran en "dependientes de". Tardaron mucho tiempo en organizarlo pero al final lograron su objetivo. Terminado el durísimo y peligroso viaje, ambas habían cambiado. Cuando le preguntaban a una de ellas que si volvería a su trabajo (una oficina con Jefe -así, con mayúsculas, con todo lo que eso conlleva-) dijo que nunca volvería, que ahora ya no había nada que se le antojara imposible. Dragones, nudos, traiciones,... La cobardía cómoda en la que nos han educado nos quiere como marionetas, pero no para las risas infantiles sino como bufones de su corte corrupta y gris. Ríete del temblor de tu voz la primera vez que hayas aprendido a decir NO. Ellos comenzarán a asumir ese temblorcillo como propio y sabrán que su futuro por ese camino está llegando al final. ¿Recuerdas a Loquillo?: "A por ellos, que son pocos y cobardes".
    AQUILES

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  3. lo haré. diré NO la próxima vez, y volveré aquí a contarte cómo sujeté las manos de los marineros.

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